De aquellos polvos, estos lodos

Parece que ha pasado un huracán viendo las reacciones de unos y otros a la importante irrupción de Podemos (@ahorapodemos) en el plano político que, por supuesto, a mí también me ha sorprendido. Las Elecciones Europeas nunca han parecido despertar especial interés ni en los partidos tradicionales ni en el ciudadano medio. Según las múltiples encuestas sabemos poco o nada de lo que se cuece en Europa, pese a que las decisiones tomadas allí nos afectan en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, y tampoco los que gobiernan realizan la necesaria pedagogía no vaya a ser que realmente nos enteremos. Sin embargo, la noche electoral del domingo pasado es de las pocas que seguro que recordaré con el paso del tiempo.

Los que me conocen saben que en ningún momento me ha gustado la figura de Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) en cuanto a su encarnación de una voluntad de cambio. Me preocupa mucho, como expresé en otra entrada, la búsqueda constante de mucha gente por conseguir un salvador (persona o colectivo) que nos saque del agujero. Creo que una de las cosas de las que nos pudimos dar cuenta durante la acampada de Sol fue la necesidad de hacernos cargo de lo que necesitamos: apoyarnos en otros, sí, pero tratando de ser cada uno el motor de nuestro propio cambio. Lo sé: esto es fácil decirlo pero es complicado cuando se traduce a necesidades urgentes. La vida sigue y los problemas no se paran hasta que estemos preparados para afrontarlos.

Por lo tanto, pese a mi crítica a la cara visible de Podemos con quien no comparto ciertos puntos de partida, reconozco la importancia que ha tenido para mucha gente la formación de este nuevo partido. Algún sector de Izquierda Unida ha criticado a los votantes de esta iniciativa por considerar que no saben lo que hacen o no tienen cultura política. Me parece una valoración digna de sectarios y de personas que se consideran intelectualmente por encima de los demás. Juzgar negativamente a todas estas personas sólo porque han querido apoyar a algo que no huele a naftalina retrata a la cara más rancia e intransigente de la izquierda, con la que no me identifico en ningún caso.

Sinceramente, yo me alegro del éxito de Podemos porque demuestra que lo que en teoría o en nuestras cabezas parece que tiene que producirse dando unos pasos determinados (mayor toma de conciencia, mayor participación en la vida política como ciudadanos no militantes, la creación de estructuras paralelas que nos permita ir migrando de este sistema en colapso a otro a nuestra medida, etc.) la realidad y las necesidades de las personas determinan otros procesos no planificados. Y eso es lo que hay. Queramos asumirlo o no.

Nadie escarmienta en cabeza ajena

Igual que pasaba en las asambleas del 15M cuando no se permitía hablar a personas de las asociaciones de vecinos, de algunos sindicatos o de militantes de Izquierda Unida que acudían en nombre de las siglas (no a título personal), veo en los participantes y simpatizantes de Podemos ese deseo por experimentar desde cero un proceso, sin mochilas ni viejas consignas.

Como también reflexioné en su momento, puede que ese cerrarse en banda a la gente con una experiencia previa fuera injusto en la mayoría de las ocasiones ya que aquellas personas sólo deseaban participar y aportar su conocimiento al proceso. Sin embargo, pienso que esa pulsión de experimentar las cosas en carne propia la tenemos desde que nacemos. Y tenemos que reconocer que nada da más placer que alcanzar un logro sin determinadas ayudas. Supongo que tiene que ver con un sentimiento de superación personal y de demostrar que podemos hacer las cosas mejor que los que lo intentaron antes que nosotros.

Durante cuatro meses, los círculos han surgido rápidamente en todo el Estado con un único objetivo: conseguir que Podemos con Pablo Iglesias a la cabeza entrara en el Parlamento Europeo y usarlo a modo de ariete para abrir una pequeña grieta sobre la que empezar a trabajar. Y reconozco que ha sido una labor brillante (no exenta de problemas y torpezas propias de la inexperiencia) realizada por mucha gente distinta que jamás antes había participado en algo así (me consta). Haber alcanzado no sólo ese objetivo sino que sean 5 los escaños conseguidos me demuestra que la parte emocional, la ilusión, es determinante a la hora de modificar la relación entre el ciudadano y la vida política.

Las personas que participaban en los círculos con las que he hablado (incluida mi madre de 66 años) o a las que he leído por redes sociales hacían especial referencia a la ilusión compartida en el proyecto y a la necesidad de conseguir un logro tangible e inmediato con el que retroalimentar esa alegría y continuar la lucha. He leído su programa y sus puntos centrales. Y, como toda nueva iniciativa que nace para construir, me alegro profundamente de su nacimiento, así como también me alegré con la aparición en escena del Partido X.

Éxito y fracaso

He leído muchos análisis estos días y me parece equivocada la lectura en clave de éxito que se hace de Podemos al compararlo con el 15M. Uno de estos textos, el escrito por Arturo Puente (@apuente) “Podemos y el repliegue del 15M”, dice entre otras cosas que el movimiento 15M fracasó al no conseguir modificar el plano institucional. Y creo que es un análisis errado ya que los objetivos planteados durante la efervescencia de mayo de 2011 no tenían una meta electoral o la ambición de entrar en el ámbito institucional. Se trataba más bien de romper los esquemas con los que habíamos crecido y nos habían hecho creer que debíamos construir nuestras vidas: el individualismo, la exigencia, el trabajo como medio para comprar cosas, hipotecarnos para poder vivir dignamente… Es decir, aquella toma de conciencia nos permitió cuestionarnos colectivamente nuestra propia existencia como parte de la rueda de producción.

Desde mi humilde punto de vista, no hay comparación posible. Y no porque el 15M sea intocable o un nuevo elemento de culto, sino porque no hablamos de dos partidos ni de dos estructuras similares. Y lo mejor de todo, no hace falta que lo sean: cada uno de ellos aporta elementos distintos y es esa suma, que yo concibo como de dos velocidades, la que proporciona un éxito o, como prefiero decir, un avance en el proceso de transformación social.

Gestionar el entusiasmo y aprender de otros

Ahora llega una nueva etapa para Podemos en la que muchas personas que posiblemente antes de las elecciones no contemplaban esta iniciativa como una opción viable, quieren ahora participar de su desarrollo. La gestión del entusiasmo es una de esas problemáticas que se tuvo que afrontar en las semanas posteriores a la acampada por colectivos como Democracia Real Ya (@democraciareal), que se vieron desbordados durante los primeros meses.

También es cierto que no es lo mismo abrir espacios para planteamientos más abstractos y utópicos en ese deseo profundo de cambiar el mundo, que tener fechas en el calendario que van estableciendo los siguientes hitos. Formar parte de un partido que tiene la legítima ambición de gobernar implica crear una organización clara y una búsqueda de la eficacia en las acciones y los tiempos.

Y para seguir nutriéndose y no perderse en la carrera electoral o en juego de partidos, es fundamental beber de fuentes que no necesiten estar dentro de esas estructuras y sean libres para seguir creando referentes colectivos y en los que el tiempo no sea un condicionante. Veo fundamental, por ejemplo, la existencia del Movimiento por la Democracia (@MareaDemocracia) con su Carta: un texto que debería servir como base para seguir construyendo paralelamente y en común con partidos como Podemos.

Dos velocidades

En un sistema reglado como el nuestro y en un momento pre-15M no cabía el tiempo para escucharnos, la consciencia para aceptarnos o la capacidad para mirarnos y reconocernos en el otro. La acampada nos permitió sentirnos y cuidarnos y pensarnos. Aquello fue una siembra no planificada y a cada uno nos llegó y afectó de una forma. Lo de “Vamos lentos porque vamos lejos” entroncaba con ese deseo y necesidad de reducir la marcha para que el calado de esas ideas llegue hasta el fondo y se produzca una transformación social progresiva y no disruptiva, para que tengan cabida hasta los más miedosos y nadie quede atrás como producto de la urgencia. Y ese proceso, esa lluvia fina, sigue en marcha.

Aquel virus quincemayista no cambió el arco parlamentario ni se tradujo en mejoras en nuestros derechos o libertades, que por el contrario se han ido viendo mermados en estos tres años. Pero contaminó a muchos que ni siquiera habían estado en las acampadas o en las manifestaciones, y se tradujo por ejemplo en las mareas. Es decir, las formas, los cuidados y las preocupaciones de las distintas luchas de médicos y profesores estaban contaminadas de aquella toma de conciencia colectiva del llamado movimiento 15M.

Para mí no hay ninguna duda de que sin una toma de conciencia previa, sin aquella sacudida no exenta de alegría e ilusión (motor necesario para seguir avanzando y luchando), sin aquel despertar, sin aquel reconocimiento en el otro, sin aquel “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, no se habría producido el nacimiento de Podemos. Espero, sin embargo, que un proceso en clave electoral como el del nuevo partido no compita con los espacios de participación ciudadana en la vida política desde la sociedad civil no militante. Ambos se complementan y ahora entiendo que ambos son necesarios. Seguimos…

9 comentarios

  1. Felicitaciones por tu analisis, es muy interesante.
    Un saludo con admiración tanto por lo escrito como por lo caminado para llegar a elavorarlo. Di

  2. Gracias por el artículo, muy interesante desde la perspectiva de haber estado ahí. Realmente el 15M fue el despertar de la consciencia de mucha gente que pensaban que eran los únicos que pensaban igual, y no era así, somos muchos los que estamos cansados de tanto abuso en un sistema que nos tiene en cuenta sólo para votar, y parece ser que cuando votamos algo inesperado, causa revuelo.

    • Enhorabuena,Patricia,estoy muy de acuerdo contigo,y quiero añadir que en mí opinión PODEMOS,ha sido la lluvía que ha regado los cambios sembrados por el movimiento 15M,
      con el sol de la ilusión está dando ya frutos.El proceso se ha iniciado y es imparable.

      Un abrazo de tú madre.

  3. Buena reflexión,como nos tienes acostumbrados. Claro que no tenemos que competir,al contrario podemos NECESITA la referencia constante del 15M,para no perder perspectiva y contacto con la realidad.

  4. Me reconforta. Soy un militante socialista en las postrimerías de dicha experiencia. Mi desaliento por la supuesta inmovilidad de la gente más joven se ha roto.
    Ya en el 15 M me sorprendió la sabiduría, (la energía, el desparpajo y la ilusión os es propia) la to lanza, la seriedad en los planteamientos y el rigor en los debates… Después volvieron mis pacatas dudas… Peto han durado poco.
    Seguís demostrando que el presente es vuestro y lo estáis construyendo con gran esfuerzo entre vosotros, reconociéndonos en los otros y al final, aunque sea lentamente va surgiendo un movimiento que espero se llevará por delante tanta inmundicia… Porque no merecéis lo que os dejamos en herencia.
    Porque el futuro también os pertenece.
    Gracias.

  5. «Algún sector de Izquierda Unida ha criticado a los votantes de esta iniciativa por considerar que no saben lo que hacen o no tienen cultura política. Me parece una valoración digna de sectarios y de personas que se consideran intelectualmente por encima de los demás». ¡Chapó!

    Y me parece que has dado en el clavo: la ilusión es imprescindible, también en la política.

    Muy bueno, Patri.

    Ah, el final me ha recordado… bueno, te lo mando por Twitter 😉

  6. Hay que tener mucho ombliguismo para pensar que las mareas son fruto del 15M. Como si antes del 15M no hubiesen habido luchas y protestas ciudadanas. Lo que ha provocado la ola de protestas de las mareas no ha sido una asamblea en Sol, sino los brutales recortes que ha llevado a cabo la derecha rancia que nos gobierna. Qué triste tanta autocomplacencia.

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