No habrá justicia para los inocentes

Era martes y 13. Un supersticioso podría haber pensado que la fecha iba a condicionar lo que ocurriría ese día. Pero si contempláramos esa posibilidad estaríamos dando espacio a la suerte o, mejor dicho, a la mala suerte. Y estaríamos equivocados. Porque nada de lo que pasó ese día en los juzgados de Julián Camarillo con respecto a Flavia Totoro se le puede atribuir al destino, al azar, a la alineación planetaria, o a la suerte. Simple y llanamente se produjo una injusticia: el mayor ultraje y humillación que se puede perpetrar en un sistema supuestamente de derecho y democrático.

«Si no te declaras culpable, los demás irán a la cárcel»

 

¡¡Buuuum!!

Escuché las palabras del abogado y miré la cara de Flavia. Ella no daba crédito. Y los que la rodeábamos tampoco. Se me saltaron las lágrimas al darme cuenta de la encerrona de la Fiscalía. Es inocente, lo sabemos y tenemos pruebas: fotos, vídeos, testigos… Pero daba igual. Las causas no se pueden separar y los destinos de los detenidos tras la marcha laica en 2011 estaban unidos. Aunque en enero se hubiera llegado a otro acuerdo, ocho meses más tarde volvíamos a la casilla de salida.

No importa que no se conocieran entre ellos. Y, más allá de eso, no importa que sean inocentes. La palabra de la policía no se cuestiona y el resto de acusados no habían tenido tanta suerte como Flavia, a la que un amigo había grabado mientras la detenían sin motivo. Ellos estaban a merced del juez que ya había dejado claro su apoyo a la posición de la Fiscalía a la hora de cerrar este proceso, previsto para dos días y que se iba a concluir en un par de horas.

¿Cómo se puede hacer justicia si no importa la verdad? Todos sentimos en ese momento la bofetada de realidad: da igual cuál sea la verdad, los hechos son lo de menos, lo que importa es que todos ellos se declaren culpables porque, ya sabéis, «algo habrán hecho». Y eso es lo que quieren, la sospecha social para que las calles sigan vacías. Y unas detenciones políticas (porque, no os equivoquéis, esto es lo que ha sido éste y otros muchos casos relacionados con la protesta ciudadana) se terminan con 5 años de desgaste, frustración y desactivación política.

Me puse en su pellejo, en el de Flavia. Yo estuve a punto de ser detenida aquel 17 de agosto. Y yo podría haber sido ella y encontrarme en esa tesitura: luchar por demostrar mi inocencia y cargar sobre mis espaldas que aquellas otras personas fueran a la cárcel, o declararme culpable y acabar de una vez con este proceso agónico pagando una multa y saliendo todos juntos a la calle. Respiré hondo. Tener que admitir la culpa de algo que no has hecho, que esa admisión conlleve una sentencia que se canjea por dinero y tener antecedentes penales durante un tiempo… ¡Joder! ¿Alguien puede decirme cómo podemos asumir que esto pase?

No sé si sois capaces de sentir la impotencia que siento, fruto de la manipulación y la perversión de un sistema judicial que no busca la verdad. No sé si podéis imaginar cómo se sintió Flavia, víctima de unas maniobras políticas que sólo intentan criminalizar a los que buscamos una sociedad más justa.

Y quiero pensar que cada una de las personas que leáis este texto sentiréis la rabia que sentimos nosotras el pasado martes al descubrir que la justicia no se encuentra en los tribunales y la tendremos que seguir reclamando JUNTAS en las calles.


> Comunicado detenidxs 17A
> Artículo de Diagonal

Un comentario

  1. Por desgracia la justicia q tenemos es un fiel reflejo de lo q ocurre en nuestro país. Para muestra un botón cómo bien dice el refrán. El mundo en manos de una minoría que no sólo es egoísta sino cruel ,nos hemos convertido en sus juguetes para su diversión y la muerte y destrucción del ser humano es su meta.Ojalá se vayan al mundo donde no hay retro …..m

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