Espacios como ‘Podemos’ y figuras como Pablo Iglesias

Leí hace un par de semanas un texto de reflexión de Pablo Bustinduy (@pbustinduy) sobre ‘Podemos’ (@ahorapodemos) que me gustó por lo que planteaba en relación a la posición de la izquierda tradicional [«Podemos: la lógica del desborde»].

Es algo similar a cómo se percibió el 15M entre grupos previos: desde IU, a sindicatos, a gente de las asociaciones de vecinos. Ninguno de ellos lo entendía y se enrocaban o intentaban «llevarlo a su terreno». Esa actitud hizo que en las asambleas de barrio se rechazara su participación. ¿Era injusto? En muchos casos, creo que sí, pero es comprensible: desde que somos niños, queremos experimentar en nosotros mismos las cosas. Creo que el 15M facilitó que muchas personas se hicieran conscientes como individuos políticos y había un deseo de crear la política y las relaciones sociales sin mochilas previas. Claro que no se trata de inventar la rueda, pero es normal que se mire con recelo a las estructuras previas que son corresponsables en gran medida de lo que tenemos actualmente en el panorama político y que perdieron hace mucho tiempo el contacto en positivo con el resto de la ciudadanía.

Figuras de ‘peso’

En ese sentido de ver con otra mirada la política me interesa el concepto de ‘Podemos’, sin embargo, la figura de Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_), omnipresente en todo este asunto, no me gusta y hace que me distancie de la iniciativa. No comulgo con la idea defendida por Pablo de que «hay que hacer lo que hace la derecha desde la izquierda» porque, si de lo que se trata es de imitar lo malo desde otra posición ideológica, no hay cambio real. Esta actitud me recuerda mucho a lo que las mujeres de cierta época hacían (y todavía hacen) con las actividades de los hombres para «igualarse» (en lo malo, claro): fumar, ir a despedidas de soltera para magrearse con tíos, convertir en objetos sexuales a los hombres, etc.

Pablo se comporta de esta forma siendo cínico, ironizando, hablando con desprecio a los que dicen algo diferente de lo suyo, escribiendo disculpas que no son disculpas sino una demostración más de su ego y de su nula autocrítica… Ese personalismo, esa necesidad de liderazgo (no sólo suya, de su propio ego, sino de mucha gente que prefiere seguir a otros en lugar de caminar en paralelo) es lo que yo veo como el gran fallo para la transformación social. Y, ojo, que no digo que no vaya a funcionar sino que es una estrategia que no comparto.

Me molesta mucho la actitud de prepotencia intelectual y de salvapatrias, y no creo que ninguna de estas características, que Pablo encarna tan bien, sean buenas para un cambio social profundo. Nadie, ni Pablo ni ningún otro, debería representar la voluntad de cambio social porque la personalización basada en liderazgo y carisma nos devuelve a la misma problemática que ya teníamos. No nos representa y, por mi parte, no quiero que nadie lo haga.

Razón y emoción

Desde hace algún tiempo, voy analizando en mí misma el peligro de la preeminencia constante de ‘la razón’ sobre mis propios sentimientos y emociones. Me he dado cuenta de hasta qué punto me crispa el discurso de ciertas personas de izquierdas precisamente por llevarlo todo a la lógica aplastante de la razón. En esas conversaciones jamás he conseguido que ninguno de ellos empatice con las situaciones que no son «permisibles» y su recurso fácil siempre es: «la gente es idiota». Poco menos que: hay que salvar a las personas de sí mismas.

Yo misma tengo que reconocer que he tenido esa perspectiva mucho tiempo porque he crecido con esa inflexibilidad y he tenido que someter mis propios impulsos (nacidos en gran parte de la intuición, la emoción, el sentimiento) a la razón. Siempre para ser entendida. Siempre para ser aceptada. Y en ese proceso, casi pierdo la conexión con toda esa parte fundamental de lo que somos: razón Y emoción, y que creo que deben complementarse y nunca anularse mutuamente.

Hablar con condescendencia y desprecio sobre los «obreros de derechas» o los «tontos útiles» sólo nos acerca al mundo de la intransigencia que se critica a la derecha más recalcitrante. Personalmente, me niego a pensar que el cambio y el futuro de una sociedad más justa y equilibrada pase por aplastar al bando de los golpistas y a sus herederos y cómplices responsables.

Creo que la creatividad orientada a acercarnos a la gente desde una perspectiva humilde debería ser el objetivo. Sin buenismos pero tratando de comprender las realidades de los demás y sin analizar todo desde una superioridad moral. Una vez más me encuentro que esa no es la forma en la que Pablo Iglesias actúa y no quiero pensar en el «mal necesario» para transformar las cosas. Prefiero desarrollar estrategias con otras personas que nos permitan incorporar las ideas de la izquierda cambiando ese nombre y rompiendo la polaridad del eje ideológico.

Puede que ‘Podemos’ sea ese espacio de recuperación del diálogo y de desarrollo colectivo, pero espero que no se encarne en un único individuo a través del que tenga que pasar todo.

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