Plan B, de buenista

Recuerdo claramente el nacimiento del Frente Cívico “Somos Mayoría” (@Frente_Civico) en 2012: “Constituir un referente de poder ciudadano que induzca de manera creciente a los poderes públicos a legislar y gobernar en beneficio exclusivo de la mayoría”. Aquella iniciativa pretendía crear un contrapoder ciudadano que obligara a los poderes públicos del Estado (esos que en teoría nos representan y representan nuestros intereses) a cambiar su forma de gobernar(nos). En su presentación, análisis del estado de las cosas (un año después de las movilizaciones del 15M), consignas de izquierda, cierta nostalgia de momentos pasados supuestamente mejores en términos de conciencia de clase y la estrella que encabezaba y promovía la movilización: Julio Anguita. A día de hoy, ese Frente Cívico ha sido prácticamente olvidado por la mayoría de la que se decía que surgió (hasta el propio Anguita reconoce un cierto desengaño en esta entrevista reciente) porque no se consiguió una acción posterior a la declaración de intenciones pese a contar con un amplio consenso social.

Cuatro años después, con la crisis más enraizada y viviendo las consecuencias de las políticas de exigencia de recortes de la troika, aparece una nueva propuesta: el Plan B Europa (@PlanB_Europa): “Un espacio de convergencia europeo contra la austeridad y para la construcción de una verdadera democracia”. La estrella en esta ocasión viene de fuera y levanta muchas más pasiones que jamás consiguiera Anguita: Yanis Varoufakis (@yanisvaroufakis), exministro de Finanzas de Grecia. Hay dos aspectos en el enunciado objetivo del Plan B que me parecen extremadamente importantes: “contra la austeridad” y “verdadera democracia” que me gustaría analizar con vosotras.

Voluntarios precarios

Con la primera parte del enunciado “contra la austeridad” se denuncia toda una política de recortes en servicios sociales y de precarización de la contratación laboral, todo ello en favor de los intereses del capital, representado por bancos y grandes multinacionales. Todos de acuerdo: mientras aumenta la brecha de la desigualdad, unas minorías se están enriqueciendo cada vez más y una mayoría social cada vez más amplia se va empobreciendo. El análisis no es nuevo y ya se advertía desde el movimiento antiglobalización en los años 90 del siglo XX.

Con ello no critico que se siga profundizando en este gran problema o que se siga debatiendo sobre cómo afrontar y tratar de frenar el avance de estos recortes en materia de derechos sociales y laborales. Sin embargo, me sorprende que el propio encuentro no vea fundamental cuidar este aspecto mirándose en un espejo. Hacer una crítica sobre la precarización laboral resulta contradictorio con que un evento europeo de estas características se sustente en personas voluntarias cuando muchos de los participantes son eurodiputados con sueldos brutos de 8.000€ al mes.

Al hablar con una de las que había estado dedicando la jornada a preparar la comida para estas voluntarias (350 según me dijo), me he dado cuenta de cómo una idea positiva (ayudar a los demás sin esperar nada a cambio) puede pervertirse si no tenemos cuidado: “No pasa nada si yo no quiero cobrar por hacer esto porque las palabras de agradecimiento me bastan”. Por supuesto, no hay nada desdeñable a que alguien desee aportar su tiempo y sus conocimientos (sean los que sean) para apoyar un proyecto. Yo lo hago dentro de un colectivo, Ágora Sol radio, una emisora libre, autogestionada y asamblearia. Se produce un trueque en el que yo me beneficio de unas infraestructuras que hemos ido creando entre todas con dinero, materiales y dedicación, y de los conocimientos de mis compañeras de las que aprendo en diferentes áreas. Yo veo esto como un proceso en el que existe un equilibrio y una retribución no económica pero sí cuantificable y valorable. Sin embargo, no veo nada de esto en que 350 personas hagan varias jornadas de trabajo (tareas administrativas, de producción, de comunicación, de cocina…) sin una remuneración económica.

Recordemos algo: cualquiera que organiza un evento sabe que si quieres un espacio determinado, deberás alquilarlo, y pagarás (por adelantado) todos aquellos productos y/o servicios que requieras para el desarrollo de tu actividad. A nadie se le ocurre decirle a la panadera que te proporciona el pan para los bocadillos que es por una buena causa y no le pagas, o a la hora de comprar billetes le dices a la compañía aérea que sólo puedes pagarle con una sonrisa. Sin embargo, sí entendemos (equivocadamente) que alguien puede trabajar y dedicar una o varias jornadas laborales en aras de una supuesta nueva izquierda que cuestiona el establishment. Creo que es un error de base. No me refiero a la existencia de la figura del voluntario (que daría para otro análisis) sino a que un evento que promulga romper con la precarización del trabajo lo haga con el apoyo de personas que no cobran y que, además, lo hacen contentas, minimizando la importancia de remunerar su labor.

Democracia y participación

El otro gran concepto del Plan B es la “verdadera democracia”. Y como democrático, el encuentro debería tratar de crear un espacio que desmonte el esquema tradicional de discurso unidireccional y hacer algo radicalmente participado.  En el papel del programa (que todo lo aguanta) se suceden palabras como “foros”, “plenarias” y “talleres”. He buscado estos términos y creo que es importante que aprendamos a elegir aquellas palabras que describen lo más correctamente qué queremos describir y sepamos de dónde vienen. También sé que el léxico va mutando y se va contaminando (en el buen sentido) de otros usos. Siendo así, también sería bueno explicar qué entendemos por tal o cual palabra y así ayudamos a que esas palabras estén vivas y se ajusten a lo que pretendemos. Según la RAE:

foro
Del lat. forum.
1. m. Sitio en que los tribunales oyen y determinan las causas.
2. m. Curia, y cuanto concierne al ejercicio de la abogacía y a la práctica de los tribunales.
3. m. Reunión de personas competentes en determinada materia, que debaten ciertos asuntos ante un auditorio que a veces interviene en la discusión.
4. m. Institución o medio donde tiene lugar un foro.
5. m. Contrato consensual por el cual alguien cede a otra persona, ordinariamente por tres generaciones, el dominio útil de algo mediante cierto canon o pensión.
6. m. Canon o pensión que se paga en virtud de un foro.
7. m. En la antigua Roma, plaza donde se trataban los negocios públicos y se celebraban los juicios.
8. m. Teatro. Parte del escenario que está al fondo y por la que suelen acceder los intérpretes.

plenario, ria
Del lat. tardío plenarius.
1. adj. Lleno, entero, cumplido, que no le falta nada.
2. m. pleno (‖ reunión de una corporación).
3. m. Der. Parte del proceso criminal que sigue al sumario hasta la sentencia, y durante el cual se exponen los cargos y las defensas en forma contradictoria.
absolución plenaria

taller
Del fr. atelier.
1. m. Lugar en que se trabaja una obra de manos.
2. m. Escuela o seminario de ciencias o de artes.
3. m. Conjunto de colaboradores de un maestro.

De los tres términos usados para representar tres formatos distintos de encuentro sólo he visto representada la tercera acepción de foro: reunión de personas competentes en determinada materia, que debaten ciertos asuntos ante un auditorio que a veces interviene en la discusión. Aparentemente, estos espacios tenían distintos nombres porque representaban cosas distintas. Sin embargo, lejos de crear espacios para un debate renovador, todos ellos han tenido exactamente la misma estructura tradicional: monólogos de ponentes que se suceden con sus particulares enfoques sobre la materia de la que versa el encuentro a esa hora y en ese sitio. La ronda de voces expertas se alarga y, cuando finaliza, se da paso a las intervenciones de algunas personas del público que manifestaban quejas, demandas, comentarios breves, preguntas sin respuesta…

La barrera (y la incoherencia) existe en el plano físico: escenarios elevados y con focos que separan drásticamente a aquellos que vienen a compartir ideas con la ciudadanía, colocada en sillas desde las que mira hacia arriba, anhelante de propuestas y acciones. Y esa distancia física se traslada al discurso ya que no existe un diálogo real. No hay escucha. Ni entre los invitados (con posturas similares o diferentes, cada uno expone lo suyo sin abrir un debate), ni entre el público (dudo que nadie mirara al que tenía al lado), ni entre los invitados y el público. Sólo “los de abajo” pendientes de “los de arriba”. ¿Nos suena?

Además, en varios de estos foros-plenarias-talleres, la forma de participar tenía una orientación práctica: contribuir económicamente al sustento del propio evento-Plan B. Las microdonaciones (en formato digital en la página web y a través de una hucha en el propio encuentro) no están mal en sí mismas, pero resulta desalentador que ese sea el máximo exponente de la participación de esta nueva plataforma de transformación política y social.

La importancia de los cuidados

Además de estos dos aspectos expuestos en la propia definición del Plan B, en las diferentes charlas que presencié planeaba la idea de revalorizar y visibilizar los cuidados. Aquello que está oculto dentro del propio sistema de producción (la reproducción, la alimentación, la ropa, la limpieza,…) debe de ser socializado, compartido, puesto en valor. Porque tradicionalmente todo ese sostén se ha dado por sentado y ha sido (y sigue siendo) cubierto mayoritariamente por las mujeres. Muy importante tener en cuenta este tema pero me sorprende igualmente que no se aplique al propio evento donde ninguna de las charlas empezó a la hora (retrasos de media hora durante la mañana y de hasta 45 minutos por la tarde) y ningún espacio dentro de las salas para poder dejar a los niños que pudieran venir con sus padres y madres. ¿Dónde están esos cuidados más allá de en el discurso?

 

Cuando asistes a una jornada en la que se escucha prácticamente lo mismo que se lleva diciendo en cualquier encuentro en los últimos cinco años, resulta imposible no sentirte reviviendo el día de la marmota (de los movimientos sociales). Y cuando ves que adolece de lo que critica te preguntas quién se creerá todavía que será posible cambiar la estructura sólo con buenas intenciones. Para mí, ese es el riesgo de algo así, que la B de ese Plan, sea una B hueca, buenista, que genere expectativas en lo discursivo pero no modifique las cosas desde el hacer. Las palabras son importantes pero las experiencias son las que nos transforman. Ojalá esa B que ha nacido acabe integrando la V de valentía y la E de experiencial, y críticas como la mía se entiendan desde un plano constructivo y no desde la disidencia. Veremos.

3 comentarios

  1. Brillante análisis. Ojalá sean muchos los que se motiven con tus palabras para entrar en acción y empezar a cambiar las cosas.

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